Toda celebración es un reconocimiento a un hecho significativo. Se hace de un modo tal que pueda manifestar la emoción originaria de ese hecho. Para mantener ese sentimiento vivo en las nuevas generaciones se elaboran ritos que tratan de asegurar el sentido originario de la fiesta. Pero hay que tener claro que la función del rito y la tradición es expresar culturalmente una experiencia metalingüística y por tanto trascendente a su expresión formal. La constatación de las celebraciones actuales evidencian un reduccionismo y una subsumisión de toda expresión al ámbito económico, comercial y finalmente del marketing y la publicidad que nos ofrecen “la mejor manera” de experimentar los sentimientos deseados a través de ciertos consumos de mercaderías y/o servicios. Esta dinámica reduccionista ha hecho también de la Navidad una oportunidad más para activar las empresas que puedan relacionarse con la satisfacción de las necesidades generadas por la celebración de Navidad. Tenemos así una n